Cuando hablamos de límites, por lo general nos referimos a las reglas que colocamos de nosotros hacia nuestro mundo exterior. ¿Qué pasa con los límites hacia nosotros mismos? ¿cuántas veces nos exigimos más de lo que el “cuerpo aguanta”? ¿Cuántas veces nos extralimitamos en las responsabilidades, metas, actividades y roles que tomamos o aceptamos? ¿Cuántas veces olvidamos definir nuestro autocuidado?
Siempre es más fácil ver en el otro lo que le hace falta o falla en sus interacciones, o ver mis dificultades cuando se presentan conflictos con las personas con las que me relaciono. Nos dedicamos a ver hacia afuera, que puedo hacer mejor para evitar o llevar mejor el conflicto, para comunicarse asertivamente, para ser mejor padre y mil otras cosas más. Partimos de vernos desde la perspectiva de quienes me rodean, más que de mi mismo.
Y es en este punto en el que me gustaría invitarlos a vernos a nosotros mismos, a dejar la construcción del “hacer” y “mejorar para afuera” y atrevernos a mirarnos y reconocernos como merecedores de reglas, tiempo y autocuidado propio.
Aprender a establecer autolímites, para caminar en nuestro beneficio, en nuestra construcción de pasión, espacio personal, tiempo propio y un momento para estar en silencio dentro de nuestro propio mundo ruidoso.
Uno de los primeros autolímites a establecer es el de cuidarnos de nuestro propio deseo de “hacer”, de entrar en el círculo de la rapidez, del corre-corre, del piloto automático. Y esto en últimas es el aprender a escucharnos y darnos un espacio, tal como se lo damos al trabajo, a la familia, a los amigos y al mundo en general. Es el transformar la frase “no tengo tiempo” a como sí tengo tiempo para mí.
El segundo autolímite hace referencia al autocuidado de mi cuerpo, de mi sueño, de mis necesidades básicas indispensables, es cuidar el carruaje que me lleva en el camino de la vida.
El tercer autolimite que es muy importante, es el de definir que sí quiero y que no quiero ser, cual es mi sueño y mi pasión, para así poder definir mis metas, caminos y pasos a seguir para alcanzarlos.
Es escucharnos en lo profundo, en la misión de vida, en lo que algunos llaman Ikigai (concepto japonés que une pasión, misión, vocación y profesión), separándonos de las expectativas y deseos del mundo exterior.
Y, por último, nuestro cuarto autolímite, el definir quién si quiero ser, qué necesito y clarificar cómo quiero establecer mi comunicación con las personas que interactúo. Es la base para el establecimiento de los límites que defino hacia afuera, hacia las personas que me rodean y con quienes me relaciono.
Estos cuatro autolímites, son los que me van a permitir alcanzar mi bienestar, así como establecer las bases de lo que me hace feliz y pleno.
Los invito a auto observarse y detectar en cuál de estos autolímites es necesario para ustedes trabajar y establecer.
Me encantaría que me compartieran algunas líneas acerca de sus experiencias y cuál de estos ha sido el más difícil de escribir para ti. Y si sientes que han sido todos, te invito a que hablemos, a que me permitas acompañarte
Abrazos de corazón,
Mile
Comments